El problema de la civilización

¿La civilización occidental? No sería mala idea.
(Gandhi)


A menudo encontramos que la historia reduce la América precolombina a los grandes centros de poder imperial, encontrando índices de inteligencia solamente en las sociedades que erigieron un Estado poderoso, y considerando como pueblos civilizados solamente a aquellos que contaban con una organización jerárquica de las actividades productivas y una estructura vertical de poder.

El concepto de civilización es un término que ha despertado numerosas polémicas, ya que ha dado lugar a teorías racistas que consideran inferiores y menosprecian a sociedades que practicaban pautas culturales distintas a las occidentales.
El término fue utilizado en Europa a partir del siglo XVIII, cuando el Viejo Continente atravesaba una época de confianza ilimitada en el progreso, la razón y la ciencia. El desarrollo que experimentaba la cultura occidental hacía suponer a sus integrantes que la historia humana consistía en una evolución que se iniciaba en un estado de barbarismo y salvajismo, y culminaba en el pensamiento alcanzado por la sociedad europea, la cual se consideraba a sí misma como el grado superior de organización social en la escala evolutiva de la historia humana. Desde este punto de vista, Europa era “la Civilización” por excelencia, y para que las demás sociedades se consideraran civilizadas debían asimilar las pautas culturales predominantes en Occidente.
En la actualidad el término se aplica para denominar a las sociedades que han desarrollado una gran complejidad estructural, y han alcanzado una profunda estratificación social a causa de las múltiples actividades y el nivel económico de sus individuos.
A nuestro juicio, estas concepciones consideran civilizadas a todas aquellas sociedades cuyo desarrollo y evolución han permitido generar estratos superiores que viven del trabajo generado por sectores sociales más vulnerables y desfavorecidos. Por todo esto es importante conocer la noción que la antropología tiene al respecto, en la cual cada pueblo tiene su propia civilización, y en la que no existen “altas” y “bajas” culturas. La complejidad de una sociedad o la magnitud de sus edificios no son indicios de mayor inteligencia. Es imposible utilizar los mismos parámetros de análisis al estudiar las culturas agrícolas y las sociedades nómadas, porque las prácticas y saberes que cada grupo desarrolla son respuestas al entorno en que viven. Cada cultura debe ser comprendida desde adentro porque tiene una historia única que está conformada por un conjunto de pautas, valores y tradiciones que constituyen una realidad en sí misma.

La gente que vive en las ciudades suele desdeñar a las sociedades que viven en ámbitos selváticos, pero las mismas personas que consideran bárbaros e incivilizados a los cazadores recolectores, difícilmente podrían sobrevivir en un medio tan duro como el que habitan estos grupos. El medio natural requiere un conocimiento tan profundo y complejo, que cada individuo que lo habita y convive con él se transforma en una biblioteca viva, poseedor de una sensatez legada por las generaciones que lo precedieron, y encargado a su vez de transmitirla a las generaciones venideras, como una valiosa herencia.
Los cazadores recolectores saben leer con gran habilidad las señales que la naturaleza ofrece y aprovechan de este modo todas sus cualidades y atributos. El conocimiento que poseen acerca del comportamiento de múltiples especies animales, sus cambios estacionales y sus rutas migratorias, los convierte en hábiles pescadores y eficaces cazadores. Conocen en minúsculo detalle el mundo de los vegetales y saben beneficiarse de las propiedades nutritivas y medicinales de miles de plantas. Conocen la infinita variedad de frutos y raíces que crecen en la selva, saben discernir las características de tallos y ramas, hojas y pétalos, espinas y semillas. Conocen las variedades arborícolas, la consistencia de cada madera, la densidad de su savia y la flexibilidad de sus ramas. Con los recursos que brinda el medio confeccionan armas para la caza, redes para la pesca, barcazas y canoas para transitar los ríos; casas, abrigos y herramientas. Tallan la piedra, la madera y el hueso, trabajan el cuero y las pieles animales, y aprovechan también sus dientes y sus tripas para amarrar distintos objetos.
Su compleja mitología articula mecanismos de regulación con el medioambiente, lo que les otorga una profunda concienca acerca de su cuidado y protección, y les permite vivir en completa armonía cona la naturaleza, sin depredarla ni extenuarla. Muchas de sus divinidades protegen a los seres vivos y castigan a todos aquellos que violan las reglas establecidas.
Estos grupos fueron los que ofrecieron más resistencia y pelearon con mayor tenacidad frente a los conquistadores.
Cuando el blanco llegó a América, logró descabezar rápidamente a los grandes imperios, porque el poder que detentaban esas elites políticas habían despertado rivalidades y habían desatado una alocada carrera por la concentración de poder. Y los europeos sólo tuvieron que desplazar la cúpula y ocupar su lugar, porque la estructura social ya estaba conformada jerárquicamente y había todo un aparato tributario con el que se alimentaba el poder. En cambio, cuando los europeos se toparon con otro tipo sociedades, como los cazadores recolectores, encontraron realidades mucho más complejas y sumamente difíciles de dominar, porque estos pueblos no estaban acostumbrados a otorgar tributos ni se encontraban subordinados a un gobierno central. Estas comunidades eran horizontales y decidían sus problemas en asambleas, con amplia participación y horizontalidad, razón por la cual defendieron estoicamente su libertad, muchas veces hasta la muerte.
Para la sociedad occidental, la inteligencia se demuestra mediante la construcción de un palacio o una pirámide. Europa sólo ha encontrado civilidad donde existe un Estado capaz de erigir monumentales obras públicas que demuestren la capacidad de canalizar mano de obra.
No son las grandes construcciones lo que magnifican a una cultura, porque las pirámides, los templos y todas las edificaciones monumentales representan la explotación del hombre por el hombre, representan la capacidad de un Estado para centralizar la fuerza de trabajo, representan la capacidad coercitiva de las instituciones para exaltar su figura ante las demás sociedades. No debemos confundir la grandeza con lo grandote. De América rescatamos el ayllu, la unidad comunitaria que sentó las bases de la cultura andina, mediante prácticas integradoras de sociabilidad y trabajo.
Cuando los europeos encuentran sociedades que se organizan más horizontalmente, no pueden discernir claramente su organización social. Entonces los catalogan de bárbaros e incivilizados, porque además se convierten en feroces guerreros a la hora de defender su libertad. ¿Y que hace Europa? Llama civilizados a los conquistados y bárbaros a los rebeldes que no se dejaron someter.